Por Ramón Peralta

No hemos salido del asombro por la facilidad y la rapidez con que Estados Unidos y otras naciones occidentales aprueban gastos armamentistas y donación de armas para alimentar la guerra que hoy se lleva a cabo entre Rusia y Ucrania. Eso así, a pesar de que mientras mas armas se ponen en el campo de batalla mas se va a prolongar la guerra y por supuesto, van a aumentar las muertes de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos, que son los que pagan las consecuencias de las absurdas decisiones que toman los llamados “líderes” no importa del bando que representen.

Al margen de que la guerra, no importa las causas, es un hecho brutal y sin sentido por aquellos que la impulsan y la alimentan, es un absurdo pensar que se ponga toda la atención en ese evento cuando al mismo tiempo ocurren otras catástrofes donde las víctimas son también seres humanos, pero parece que pertenecen a un grupo que los “civilizados”, es decir europeos y americanos, no les importa su destino fatal, pero de los que al mismo tiempo explotan sus riquezas minerales y agrícolas, para así engrosar sus entradas con las que mantienen no solamente su “civilización” si no también, su alto nivel de vida, y por supuesto, la industria armamentista.  

Recientemente, el jefe del Programa Mundial de Alimentos, un organismo de las Naciones Unidas, puso de manifiesto la catástrofe humana que en ciertos lugares del mundo está causando el hambre. De acuerdo con el informe, 345 millones de personas se encaminan a la inanición por causa del hambre. El director ejecutivo del programa de la ONU dijo específicamente, que después de los problemas de la guerra de Ucrania y otros inconvenientes como la pandemia, el cambio climático y el alza de los combustibles, lo que ha venido es un “tsunami del hambre.” Cada 4 segundos se espera que muera una persona de hambre.

Lo mas desconcertante de esta situación no es solamente la indiferencia de los países desarrollados a la situación del hambre, sino que los intereses económicos que mantienen esos países son unos de los principales causantes de la situación de hambre que sufren las áreas afectadas por el fenómeno de la hambruna.

Según la directora de las Oficinas no Gubernamentales, conocidas como ONG y que forman parte de los organismos afiliados a las Naciones Unidas, refiriéndose a las causas del hambre, ligadas al cambio climático, dice: “La oleada de desastres climáticos supera con creces la capacidad de las personas pobres para hacerles frente, sumiéndolas aún más en una situación de hambre extrema.” Los principales propulsores de los efectos climáticos no son otras que las compañías y empresas que manejan la industria del hidrocarburo con cede en los países industrializados. Los beneficios que obtienen estas empresas son tan elevados que, según los informes antes señalados, “solo con los beneficios obtenidos en 18 días por las empresas de hidrocarburos podrían sufragarse todos los llamamientos humanitarios de la ONU para este año, que ascienden a 49,000 millones de dólares.” Los beneficios de estas compañías en los últimos 50 años se estiman en 2,800 millones de dólares diarios y según los expertos “tan solo el 1 por ciento del promedio de beneficios anuales de las empresas de hidrocarburos generaría 10,000 millones de dólares.” Esa suma bastaría para responder a los problemas del hambre sin causar molestias económicas a esas grandes compañías y los países que la anidan.

Es evidente que los gobiernos de las naciones desarrolladas donde residen estas grandes empresas no tendrían que hacer grandes sacrificios para ayudar a solucionar la problemática de las muertes por causa del hambre, sin embargo, hacen oídos sordos a los reclamos poniendo siempre las excusas de la falta de recursos. No se levanta la misma excusa cuando el dinero es para ser usado en las compras de armas, ya que, en este caso se utiliza para cumplir un doble objetivo: primero, fortalecer la industria armamentista, y segundo,  imponer la hegemonía política en un área específica. Por eso, no fue extraño que el Congreso norteamericano no titubeó para aprobar como la rapidez de un relámpago la friolera de $54 billones de dólares en ayuda de armas a Ucrania. Cuando se trata de aportar dinero para combatir las causas del hambre, las excusas no se hacen esperar. Un ejemplo harto conocido es el desinterés de los gobiernos norteamericanos en resolver los problemas sociales y de hambre en los países que generan el problema inmigratorio. Alimentar la industria de las armas se hace mas fácil que ayudar a sobrevivir un ser humano que muere de hambre. Así es la democracia que tenemos.