Por Sara Proaño
En un mundo increíblemente conectado donde las distancias parecen cada vez más pequeñas y nuestra opinión puede ser conocida en segundos al otro lado del planeta, es paradójico ver como la sociedad está demostrando fuertes tendencias a formar grupos afines que actúan como burbujas donde se afirman nuestras opiniones y se encuentran nuevos argumentos que sustentan lo que ya creemos saber. De esta forma, es posible conocer más de nuestros amigos virtuales que de nuestros vecinos, sostener discusiones acaloradas con personar a quienes no conocemos en la web pero no tener idea de cómo diferir respetuosamente durante una conversación básica con un familiar cercano. Estas burbujas nos dan la impresión de que el mundo alrededor piensa como nosotros y se nos hace casi imposible concebir opiniones contrarias ya que sus verdaderos argumentos nunca llegan a nuestros oídos sin ser exagerados o tergiversados.
Podemos responsabilizar en parte a los programas navegadores de las redes, que utilizan logaritmos para conglomerar los grupos humanos de acuerdo sus elecciones cotidianas hechas a través del celular o el computador, o a los medios de difusión social que tratan de embutirnos su agenda. Pero si somos honestos, la elección sigue siendo nuestra. Somos nosotros quienes preferimos escuchar solamente a quien piensa como nosotros, somos nosotros quienes nos sentimos amenazados cuando nuestro sistema de creencias es cuestionado, somos nosotros quienes preferimos “deshumanizar” a quienes consideramos extranjero a nuestros valores.
La verdad es que el ser humano prefiere no cuestionar porque el cuestionar podría requerir cambiar, y el cambio es generalmente incómodo. Pero es precisamente el cambio lo que nos permite avanzar. Como dice Julio Numhauser en su canción “Todo cambia” que fue popularizada por Mercedes Sosa en los años 80’: “…lo que cambio ayer tendrá que cambiar mañana, así como cambio yo en esta tierra lejana”
Me parece que este proceso de exposición mutua no puede ser reemplazado por nada. Solo una mirada honesta a las realidades ajenas puede ensenarnos respeto y enriquecer nuestra percepción a medida que señala los puntos ciegos que antes no sabíamos que teníamos. Lo mismo es cierto para los demás. Nuestra historia será contada por alguien más, si no la contamos hoy nosotros.
Solo cuando nuestras verdaderas historias son compartidas, conocidas y difundidas es que podemos tener esperanza de que otros simpaticen con nuestra lucha. Cuando narramos nuestras historias como inmigrantes, como madres, como consumidores, etc. podemos explicar nuestra humanidad, nuestro valor y nuestros sueños.
Esto es lo que quiere decir crear puentes y también cruzarlos.
Escriba su historia hoy www.writemichigan.org.
